Trastornos de la conducta alimentaria: adolescencia y familia
Los problemas alimentarios están cada vez más presentes en las sociedades occidentales. Son muchos los estudios que nos hablan del aumento de este trastorno en la sociedad y especialmente en la adolescencia.
Aunque no necesariamente, la aparación de este trastorno suele aparecer en esta etapa comprendida entre los 11 y los 20 años. Los problemas alimentarios suelen ir de la mano de los cambios que se producen en la adolescencia, lo que nos lleva a reflexionar e investigar al respecto.
La adolescencia es una etapa de cambio, el momento en el que el adolescente, en busca de su automía, comienza un proceso de individualización que le permita diferenciarse de sus padres. En esta individualización intervienen muchos factores en los que el individuo encuentra herramientas que emplea en el proceso de construcción. Es una búsqueda de si mismo influenciada por presiones evolutivas de carácter orgánico, social o familiar.
En esta etapa, ya de por si vulnerable, se forma un caldo de cultivo propicio para la aparición del TCA, cuya consecuencia más inmediata, a parte de toda la relacionada con la alimentación, es el bloqueo en el proceso de individuación, dejando al adolescente atascado deteniendo su ciclo vital. Entran entonces en un terreno de nadie, en el que ya no son niños pero todavía no son adultos y en el que reclaman ser niños con sus actos pero exigen ser tratados como adultos. Las consecuencias también se encuentran a nivel emocional, la ambivalencia está muy presente juntándose sentimientos de odio pero también de culpa simultáneamente. Es frecuente que a nivel cognitivo tengan perfiles perfeccionistas, o pensamientos dicotómicos del tipo, o todo o nada, te quiero o te odio…
Al final todo esto se traduce en una sensación de descontrol total y el TCA se convierte en una herramienta muy eficaz para simplificarlo, piensan que si tienen el control de su imagen corporal estarán controlando todos estos factores. Detrás del TCA, hay una dificultad en el manejo de las emociones, y el TCA es una buena cortina que les permite cubrir todas estas carencias y también dificulta al entorno acceder a ellas ya que están muy alarmados por su delgadez, su mal carácter o sus constantes vómitos.
A nivel familiar son muchos los factores que intervienen en este panorama, por ejemplo los padres sobreprotectores que impiden la individuación al no poner límites que contengan esta etapa tan explosiva o padres autoritarios y perfeccionistas que ponen límites rígidos alejados de las verdaderas necesidades emocionales de sus hijos.
También los estilos parentales o la estructura familiar es determinante. Desunión en las decisiones sobre la educación de los hijos que se traduce en que cada padre hace la guerra por su cuenta y bajo su filosofía (que a su vez es una confortación directa a la filosofía de su pareja) y que dejan a sus hijos en situaciones paradójicas irresolubles, ya que hagan lo que hagan traicionarán a alguno de los dos.
También los problemas encubiertos de pareja que necesitan de un chivo expiatorio, o bien para culparle de todo lo que ocurre, o bien para mantener unida a la familia a través de la enfermedad, ya que en caso de que su recuperación llegara, la pareja se disolvería.
Cada vez es más evidente, así lo demuestran los numerosos estudios que hay al respecto, que para una recuperación total de la enfermedad en estas edades es imprescindible abordar un enfoque sistémico que entienda el TCA como una herramienta para adaptarse y que está en constante interacción con el entorno. Dentro de este enfoque, resulta especialmente eficaz el tratamiento con los familiares para redefinir bien el problema, siempre y cuando el TCA no esté causando peligros graves de salud, en cuyo caso el ingreso es prioritario.
El abordaje del TCA tiene que incluir a la familia de la paciente, porque es un problema con el que todos viven, son parte del problema y de la solución.
Esta visión, cada vez más aceptada, huye de la actual, centrada en el síntoma y basada en una causística lineal que deja al margen aspectos indivisibles del ser humano que van más allá de la conducta sintomática.