Pensar en relaciones sexuales es pensar en pareja, en intimidad, en complicidad, en compenetración, en caricias… Pensar en relaciones sexuales es pensar en placer, en disfrutar, en sensaciones agradables, nunca en relaciones sexuales dolorosas… Y es que forma parte de nuestro día a día, es un momento satisfactorio para la mayor parte de la población. Pero, ¿es siempre así?
Existen infinidad de situaciones y/o factores que influyen en no tener tan buena experiencia de las relaciones y, en particular, de la penetración. Muchas mujeres sienten dolor coital, limitando así el tipo de prácticas que se pueden realizar, aceptándolo sin buscar información o soluciones. Pero existen dos tipos de dolor vaginal que llevan a tener relaciones sexuales dolorosas, dependiendo a qué nos refiramos, con tratamientos eficaces para solucionarlo.
En primer lugar, está la dispareunia. Este fenómeno se refiere al dolor que se siente durante la penetración, siendo esta posible. Generalmente, la causa de la dispareunia suele ser orgánica, como problemas morfológicos en la vagina, útero, enfermedades de la uretra, cicatrices, etc. Sin embargo, un pequeño porcentaje tiene causas psicosexuales, debido a malas prácticas como falta de excitación o lubricación, ciertas posturas o hábitos que acentúan el dolor en las relaciones sexuales.
En numerosas ocasiones, la dispareunia es el preludio de un vaginismo si no se busca ayuda profesional.
Por otro lado, el vaginismo se refiere a la contracción involuntaria de los músculos pubococcígeos (aquellos que rodean la vagina), produciendo una relación sexual dolorosa si se intenta la penetración, siendo esta prácticamente imposible. Lo primero para tratarlo será descartar problemas orgánicos que puedan causarlo, tales como malformaciones en la vagina, hímen imperforado o rígido, enfermedades, endometriosis y problemas del clítoris entre otros.
En esta disfunción, lo común es que no se encuentre causa orgánica y sea una cuestión puramente psicológica que necesite de un tratamiento especializado. Existe poca o mala educación sexual, y muchas mujeres crecen creyendo que la vagina tiene un tamaño determinado, rígido, que imposibilita tener penetraciones con ciertos tamaños. O que el sexo es algo oscuro, vicioso y que hay que ocultar. Incluso que sólo pueden tener deseo y buscar encuentros sexuales los hombres.
Los miedos también tienen un papel importante en el desarrollo de este tipo de relaciones sexuales dolorosas: miedo a quedarse embarazada, al dolor (siempre se piensa que la primera relación sexual va a doler), a enfermedades de transmisión sexual… Todo ello genera un estado de alerta que produce la contracción de los músculos implicados y, por tanto, la aparición del dolor si se fuerza.
Además de la influencia de los problemas de pareja: si se tienen discusiones o no se sienten a gusto, ¿cómo van a poder relajarse para disfrutar de relaciones sexuales?
Las relaciones sexuales dolorosas y el dolor vaginal tienen un impacto emocional que se va agravando con el paso del tiempo. Las mujeres que lo sufren suelen vivirlo con vergüenza y culpa por no poder remediarlo, lo que hace que estén más tensas y se intensifique el dolor. Se vive de forma muy negativa de cara tanto a la pareja como a la sociedad, aislándose cuando se tratan temas sexuales en el grupo de amigos. También suele haber mala comunicación dentro de la pareja, pues dicha vergüenza les impide enfrentarse al problema, lo cual distancia a ambos y pueden surgir conflictos.
La sensación que se queda en la mujer es de ser mala novia, aparecen sentimientos de inseguridad por sentir que no son suficientes para la pareja, y tienden a forzarse en nuevas experiencias sexuales que siguen produciendo relaciones sexuales dolorosas. En muchas ocasiones, las mujeres se resignan, eliminando de sus prácticas habituales la penetración y restringiendo mucho los contactos sexuales.
Cuanto más se tarde en acudir a un sexólogo, más conductas sexuales se habrán ido evitando y el proceso será algo más largo. Además, dicha demora puede producir nuevas disfunciones sexuales, como la falta de deseo o rechazo al contacto sexual, lo cual supondrá tanto problemas de pareja como problemas personales.