Como muchos profesionales conocerán de primera mano, quizá particularmente los que nos dedicamos al ámbito sanitario, la lectura continua de los nuevos avances o líneas de investigación es fundamental para un mejor desempeño profesional. Además, permite reflexionar sobre la relación entre temas que puedan parecer a priori, relativamente distantes.
Recientemente salía publicado en una revista científica un artículo que versaba sobre el fenómeno de la exclusión social, basado en su mayor parte en las investigaciones de Kipling D. Williams, de la Universidad de Purdue (pueden consultar la referencia a los artículos originales más abajo). Al revisar el texto, no resulta difícil sentirse identificado con muchas de sus aportaciones.
A lo largo de nuestras vidas, es altamente probable que en algún momento nos hayamos sentido excluidos: cuando no nos escogen para una actividad o un trabajo, cuando no nos llaman para salir, o en definitiva, cuando sentimos que se nos trata de forma diferente, en el sentido negativo de la expresión. La raza, la edad, el sexo, la orientación sexual y cuestiones de casi cualquier índole pueden hacer que en algún momento nos sintamos excluidos en mayor o menor medida. Los conocidos fenómenos de bullying escolar y mobbing laboral guardan estrecha relación con estos sentimiento de exclusión.
Todos queremos sentirnos integrados y la necesidad de formar parte de algo en muchos casos media en nuestras acciones, a veces con consecuencias peligrosas para nosotros mismos. Aunque el deseo de pertenencia se mantiene a lo largo de todo el ciclo vital, en la etapa de la adolescencia es cuando con frecuencia encontramos más claramente ejemplos de este tipo. Muchas veces motivaciones relacionadas con el deseo de pertenecer a un grupo o de no ser excluido de uno están detrás del inicio conductas potencialmente dañinas como el consumo de sustancias, las conductas sexuales de riesgo o las prácticas de control de peso.
No es infrecuente encontrar en las consultas especializadas en Trastornos de la Conducta Alimentaria casos en los que el deseo de adelgazar es la reacción a un sentimiento de rechazo o a un deseo de obtener determinado rédito social (por supuesto, existen muchos otros factores implicados). Como es sabido, el comienzo de una dieta es el principal factor de riesgo para el desarrollo de un TCA.
Una interesante investigación con resonancia magnética demostraba que cuando alguien experimenta un episodio de exclusión social se estimulaban áreas de la corteza cingulada anterior dorsal. Un área relacionada con los aspectos emocionales del dolor (físico). Incluso vieron que con la administración de un analgésico común como el paracetamol conseguían mitigar ese “dolor”. Y es que aunque el dolor tiene una función fundamental en nuestra capacidad de aprendizaje y supervivencia, no es algo para lo que se nos prepare especialmente, máxime si hablamos de dolor emocional. El objetivo parece ser siempre la evitación de estas emociones.
Sentirse fuera, excluido, es un duro golpe para nuestra autoestima en cualquier caso, sobre todo cuando percibimos nuestro rechazo como arbitrario, sin tener una clara explicación al respecto. En estas ocasiones es cuando, intentando buscar una explicación, más podemos autocastigarnos. Que otras personas tengan el poder de decidir por nosotros choca frontalmente con esa sensación de control que queremos tener sobre lo que ocurre en nuestras vidas.
Sentir que tenemos que cambiar, que debemos cambiar, que podemos cambiar, que todo será diferente cuando seamos diferentes, que las cosas irán mejor, que dentro de la arbitrariedad del mundo hay una cosa que sí puedo controlar, y que necesito controlar… ¿os suena?
Robin Rica Mora
Director de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria
Bibliografía:
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