Voy a tratar de explicar el efecto continuado que tienen las dietas restrictivas en nuestro organismo a lo largo del tiempo.
Comenzaré lanzando al terreno de la reflexión dos ideas muy claras:
¿Por qué engordamos? Porque ingerimos mas calorías de las que gastamos.
¿Cómo sabemos que estamos ingiriendo mas calorías de la cuenta? Porque engordamos.
A pesar de la circularidad de esta reflexión, no somos muy conscientes de este hecho.
Las leyes de la Termodinámica aplicadas al ser humano nos acercan a la teoría del Balance energético. Fueron los científicos estadounidenses WILBUR ATWATER y FRANCIS BENEDICT a finales del siglo XIX quienes de alguna forma confirman que las Leyes de la Termodinámica rigen también para los seres humanos: Las calorías que consumimos o se queman como combustible o se almacenan en nuestro cuerpo.
La Teoría del Balance Energético establece que el peso corporal es el resultado de una fórmula matemática básica:
PESO = calorías ingeridas – calorías gastadas.
Esta Teoría enuncia que si ingerimos mas calorías de las que gastamos diariamente, o gastamos menos calorías de las que ingerimos, entramos en balance positivo, o sea, que acumulamos más calorías de las necesarias. Sin embargo, si ingerimos menos calorías de las que gastamos diariamente, o gastamos más calorías de las que ingerimos, entraríamos en balance negativo y comenzaríamos a consumir parte de la energía que tenemos acumulada en nuestro cuerpo en forma de grasa acumulada.
Cuando una persona se somete a una dieta restrictiva, nuestro cuerpo se protege de esa agresión a su supervivencia. Así es como nuestro cuerpo procesa ese “cambio” de hábitos, como una agresión a su supervivencia. No tenemos que olvidar que el cuerpo humano es un organismo con millones y millones de años de evolución y su único fin es la perpetuación de la especie a través de la transmisión de la carga genética a su descendencia. Ante cualquier amenaza a su supervivencia, nuestro cuerpo, como organismo o entidad completa, va a tratar de minimizar los daños o adaptarse al cambio para lograr no perecer en el proceso.
Así es como ante una restricción alimentaria en forma de dieta, nuestro cuerpo ajusta sus procesos vitales y nuestro balance energético se ve afectado. Se despierta lo que denominamos “El Gen Ahorrador”, que activa una serie de procesos encaminados a superar o adaptarse a esa restricción. Por una parte ese gen ahorrador ralentiza nuestro metabolismo basal con el fin de ahorrar energía. Comenzamos entonces a gastar menos haciendo lo mismo que veníamos haciendo hasta ahora.
Por otra parte ese gen va a hacer que nuestro cuerpo comience a guardar todo lo que pueda, es decir, va a almacenar energía para cuando sea necesario. Esto que ocurre en el plano fisiológico no es lo único que sucede.
En el plano psicológico es sabido que una prohibición alimentaria de un determinado alimento o grupo de alimentos no hace mas que incrementar el deseo por ese alimento.
Y así es como llegamos a nuestro objetivo. Hemos bajado de peso pero en nuestro cuerpo sigue despierto el Gen Ahorrador haciendo su función. Y en nuestra mente, en nuestra psique, sigue haciéndose cada vez mas grande el deseo por el alimento prohibido. Como una pequeña bola de nieve que va rodando montaña abajo y cada vez se va haciendo mas grande.
Llegados este punto es cuando nos queremos premiar por el esfuerzo (esto es lo que pensamos para justificar el deseo casi incontrolable por comer lo que durante tanto tiempo nos hemos estado restringiendo). Comenzamos pues a ingerir todo lo prohibido y sabemos cuales son las consecuencias.
Primero, después del primer quebrantamiento aparece una sensación incomoda de culpabilidad que nos va a incrementar la ansiedad percibida. Esta ansiedad a su vez nos induce a comer más aún de forma descontrolada. Puede incluso que pensemos que ya que hemos roto la restricción, da igual un poco más y sigamos transgrediendo la dieta.
Los efectos los podemos observar a corto plazo. Nos comienza a incomodar de nuevo la ropa interior, la cremallera de los vestidos ya no sube tan fácilmente y vemos que la báscula comienza a marcar más peso cada día. Estos son los signos de alarma que vienen después de hacer una dieta restrictiva y que hace que nos angustiemos y nos culpabilicemos porque no hemos sido capaces de mantener lo que hemos conseguido.
Angustia + culpa = incremento de la ansiedad, estrés.
Ansiedad + estrés = más ganas de comer a cualquier hora.
Aumento de la ingesta + gen ahorrador despierto = aumento rápido de peso.
Y con esto queda cerrado el círculo vicioso que nos atrapa y del cual no podemos escapar sin ayuda.
Como decía Albert Einstein, si queremos resultados diferentes, no sigamos haciendo lo mismo.
Alfonso Méndez Alegre
Director de la Unidad de Obesidad y Sobrepeso