Durante las vacaciones estivales, la relación familiar se intensifica, generando situaciones en las que los padres pueden percibir determinadas señales que llevan a pensar que algo no marcha como debiera respecto a su hijo, sobre todo cuando una conducta, aspecto de su desarrollo o circunstancia, está afectando a la vida diaria del niño además de tener implicaciones negativas en otras áreas como familia, relaciones sociales o rendimiento escolar. Muchos padres ante estas circunstancias dudan sobre si deberían o no de llevar a sus hijos al psicólogo.
A grandes rasgos, los trastornos mas frecuentes de la infancia, se podrían agrupar en dos categorías: Por un lado los problemas emocionales y de comportamiento, como trastornos por angustia de separación, fobias escolares, evitación, aislamiento, ansiedad, trastornos del ánimo, enuresis y encopresis (incontinencia urinaria y anal respectivamente), agresividad , rebeldía, etc.
Y por otro lado, aquellos problemas escolares y relacionados con el aprendizaje, donde se incluye el trastorno del déficit de atención, con o sin hiperactividad.
Si las conductas o síntomas que presenta su hijo van aumentado en el número de veces que se presenta al cabo del día o semana (frecuencia), el tiempo que le ocupa al cabo del día o de la semana (duración) o bien en cuanto al malestar que le genera (intensidad), podríamos decir que hay motivos para acudir al psicólogo infantil para que realice una evaluación más profunda y pueda valorar la necesidad y modo de intervenir, evitando mayores dificultades, ya que un porcentaje alto de estos casos puede derivar en trastornos de la adolescencia y edad adulta, con cierta gravedad y mucho coste emocional para la persona que presenta la conducta así como su entorno.
En muchas ocasiones, además del trabajo con el menor, hay que intercalar trabajo con los padres, que necesitan una orientación sobre qué pautas llevar a cabo con sus hijos y un entrenamiento en ciertas habilidades de afrontamiento, reforzando así su función de modelo y referencia del sistema familiar. En otras ocasiones, también es necesario trabajar en red con el centro escolar.
En cualquiera de los casos, el papel del psicólogo es acompañar y guiar en el proceso de cambio, enseñando nuevas estrategias y ayudando a que la persona resuelva sus dificultades de una manera más adaptativa, así como buscando un equilibrio que se ha podido perder ante las conductas sintomáticas.
María Bustamante
Unidad de Psicología Infantil