Nos encontramos un año más a las puertas del verano. Comenzamos a pensar en las vacaciones, los estudiantes terminan sus clases y muchos trabajadores comienzan la jornada intensiva, que les permite aumentar su tiempo de ocio. También suben las temperaturas y, por ende, los tejidos se aligeran. Es precisamente este aumento de exposición al cuerpo (propio y ajeno) el que coloca la imagen corporal en una posición central en estas fechas.
La insatisfacción con la imagen corporal es un factor clave en el desarrollo de conductas orientadas a cambiar la figura o el aspecto. Parece difícil pensar que alguien que no albergue ningún grado de insatisfacción con su imagen se plantee realizar conductas para cambiar su cuerpo, como el comienzo de una dieta. Tampoco sorprende la afirmación de que en estas fechas aumentan tanto las inscripciones a los gimnasios como a los servicios de nutrición y dietética. Esto último en el mejor de los casos ya que en muchas ocasiones se recurre a dietas milagro extraídas de internet.
La red nos ofrece multitud de resultados relacionados con la imagen corporal, la pérdida de peso e incluso la directa apología de los trastornos de la conducta alimentaria como medio para conseguir el cuerpo deseado o como un estilo de vida en sí mismo. Por poner un ejemplo, si introducimos en Google la palabra “perder” las 5 sugerencias que nos hace son: “perder peso”, perder peso rápido”, “perder barriga”, “perder 5 kilos” y “perder grasa”. Es decir, nuestro buscador estrella asocia inmediatamente la palabra “perder” con el peso. Si por el contrario colocamos la palabra “ganar” se cuela en este top 5 el “ganar masa muscular”, mientras que el resto de sugerencias se refieren a la ganancia de dinero. Desde luego parece que nadie busca como ganar en salud. En esta línea podríamos hacer otro pequeño experimento. Si introducimos en Google “como estar más sano”, nos arroja 828.000 resultados, mientras que si buscamos “como estar más delgado» nos ponemos en 4.570.000 entradas. Como podemos observar, la diferencia es sustancial, y seguimos confundiendo delgadez con salud, y priorizando la una sobre la otra a cualquier precio. Es más, en el apartado de “búsquedas relacionadas con cómo estar más delgado” nos adentramos en un terreno más oscuro, ofreciéndonos “estar delgada como una modelo”, “como ser delgada anoréxica”, “como estar delgada en una semana”, “estar delgada en poco tiempo”, “como estar delgada en un día”, “como ser delgada de piernas”, “trucos para estar delgada” y “quiero ser delgada pero no puedo dejar de comer”. Nótese que a pesar de hacer la búsqueda en masculino, las sugerencias se plantean en clave femenina.
Si antes del fenómeno de las redes sociales ya nos encontrábamos como sociedad sobreexpuestos en estas fechas a toda la imaginería relacionada con la obtención del “cuerpo de playa”, redes como Facebook o Instagram multiplican exponencialmente esta exposición, tanto a los cuerpos ideales como a los alimentos ideales. Muchas personas siguen percibiendo esa presión por ser perfectas, ahora desde una cercanía mayor en la que uno mismo también puede y en muchos casos desea exponerse al mundo. La artificialidad de las imágenes, la inmediatez de la respuesta y la avalancha de contenidos puede terminar absorbiendo a quien haya creído encontrar en lo corporal, a través de los ojos de los demás, la fuente de su amor propio. Cabe señalar en este ámbito la polémica suscitada hace unos años a colación de una campaña en el metro de Londres que instaba a conseguir ese ansiado cuerpo de playa.
Con todo, el verano también puede y suele ser una época de detección de un problema alimentario. El cambio de ropa puede dejar al descubierto una pérdida de peso exagerada, o por el contrario el no-cambio, que persigue ocultar el cuerpo puede hacer saltar la alarma en la familia o el entorno cercano. Por otro lado, la nueva rutina con mayor tiempo libre y ocio, particularmente en estudiantes, puede aflorar ansiedades que con la habitual pasen más desapercibidas. La evitación activa de situaciones que impliquen exposición corporal como la playa o la piscina, el aumento del control calórico, la disminución de la cantidad de alimentos o la elección constante de ropa no acorde con la temperatura puede ponernos sobre la pista de que hay algún tipo de dificultad.
Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades de larga evolución por lo que es lógico que durante su curso, con o sin tratamiento psicológico, tanto la familia como el paciente tengan que afrontar la época estival. En estos casos suelen surgir distintas dificultades dependiendo del cuadro, de su gravedad y del punto del tratamiento en el que se encuentre (si lo está).
¿Nos vamos todos juntos de vacaciones o nos quedamos en casa?, ¿nos vamos por separado?, ¿puede irse sola con sus amigos?, ¿cómo vamos a gestionar el tema de la comida?, ¿la ingesta de agua?, ¿el grado de actividad física con estas temperaturas?. Muchas de estas, y otras cuestiones asaltan sistemáticamente a las familias en estas fechas. En cualquier caso es importante que todas las personas que conviven con la enfermedad (incluido el paciente) realicen un esfuerzo por preservar el vínculo y las relaciones sin prescindir del cuidado de la salud, generando el mejor ambiente posible. Mantener un clima de comunicación que permita, junto con el apoyo y asesoramiento de los profesionales, valorar cuál es la mejor estrategia para pasar las vacaciones de la mejor manera posible sin que ello suponga un deterioro para la persona.