Pornografía. Todos estamos familiarizados con qué es, para qué se utiliza, cuál es su función y cómo acceder a ella. La pornografía puede abarcar desde un cómic o fotografía, hasta una película o un best seller. Es uno de los negocios que más dinero mueve en el mundo y, sin embargo, apenas se habla de ello. Es uno de los grandes tabúes, aunque gracias a la evolución de la sociedad, cada vez se va normalizando más su consumo.
¿Qué es? A simple vista, es un estímulo más que nos ayuda a excitarnos, a relajar tensiones, aquello que puede acompañarnos en momentos de disfrute personal e íntimo. Pudiera parecer entonces que es totalmente inofensivo, incluso positivo si lo convertimos en una herramienta al alcance de todos. Sin embargo, existe una cara B, aquello que no nos paramos a pensar, esos mensajes implícitos que pueden tomarse como referencia si se convierte en la única fuente de información, influyendo negativamente en la forma de vivir nuestra sexualidad.
En estas escenas ficticias, cualquier relación sexual es aceptada gustosamente, independientemente de la persona que se tenga delante, las preferencias, el lugar o las condiciones. Si se imagina, se puede escenificar. Algo totalmente contrario a la realidad: no es posible dejarse llevar sin cuidar el contexto o la persona, no vale únicamente una mirada para desencadenar una serie de actos en cualquier lugar imaginable. Funciona como fantasía, pero difícilmente llevado a la realidad.
Casualmente, en la pornografía todo el mundo está dispuesto a mantener relaciones, siempre se está disponible. No importa lo cansado que se esté, si se ha ingerido alcohol, si estamos ocupados… Este mensaje de “disponibilidad incondicional” provoca ideas inadecuadas y muy exigentes para la gente de a pie: tienes que estar dispuesto.
Además, las relaciones sexuales que se mantienen son siempre perfectas. Nunca hay ningún problema: el preservativo siempre se coloca a la primera (si es que se pone, lo cual hace pensar que es algo opcional), las erecciones son imponentes, resistencia apabullante, los orgasmos más parecidos a un espectáculo de fuegos artificiales que a un reflejo del organismo, se consigue el orgasmo a la vez que el acompañante, etc. No hay movimientos torpes, ni una pérdida de erección tan normal en las relaciones sexuales (mucho más común de lo que uno se imagina), no hay cuerpos flácidos, ni tamaños comunes, no existen ritmos diferentes… Lo cual manda un segundo mensaje: ya no sólo debes estar dispuesto, también debes estar a la máxima altura.
En la pornografía todo vale, lo cual está muy bien como ilusión para dar rienda suelta a las fantasías, pero no como referencia real. El orgasmo siempre se consigue, y siempre gracias a una penetración en el caso de las mujeres. La mujer es un elemento sumiso, que debe aceptar lo que se presente con una actitud positiva y a la que se le puede hablar de forma denigrante.
La realidad es muy diferente. Existen cuerpos más o menos musculados, preferencias sexuales, tiempos y ritmos muy diferentes entre individuos, sin orgasmos simultáneos o simplemente sin necesidad de tener orgasmos para tener una buena relación sexual.
La gente habla con su acompañante de las preferencias en la cama ya que hay que aprender a conocerse y conocer al otro, a sincronizarse, a leer las reacciones del otro y no esperar a leer la mente. Se respetan los límites, se usa el preservativo para evitar tanto embarazos no deseados como enfermedades.
La pornografía no debería ser un tabú, ni una referencia. Hay que verlo simplemente como lo que es, un estímulo excitatorio. No enseña, no es real. Este hecho es importante tenerlo en cuenta, sobre todo para los más jóvenes, para aquellos que creen que pueden aprender de ello y que funcionarán mejor si reproducen lo que ven. Por ello se hace evidente que no sólo hay que recibir información, sino que la formación siempre es necesaria, más aún cuando hablamos de cómo vivir la sexualidad de manera sana.
Silvia Cintrano
Unidad de Sexología y Terapia de Pareja