No podemos negar que en la actualidad recibimos mucha presión para considerar sólo el lado bueno de la vida. Un vistazo rápido por las redes sociales de las personas más seguidas en internet nos deja claro lo que vende: una serie inacabable de momentos aparentemente felices.
Proyectamos la vida que creemos que los demás valorarán y que valoraremos nosotros como consecuencia. Puede que eso signifique que no nos gusta nuestra vida tal y como es. Pero, ¿por qué empezar a cambiarla en nuestro muro de Facebook? El falso positivismo en las redes sociales funciona como posicionamiento de personas en un ranking de vidas envidiables y creemos que eso tendrá un efecto inmediato en nuestra vida fuera de la red.
Hemos ido entrando peligrosamente en la dictadura del positivismo y esto no le está haciendo ningún favor a nuestra sociedad. Me pregunto si se debe a las ganas de mostrarnos al mundo de una forma ficticia para controlar la imagen que proyectamos o si es un miedo profundo a enfrentarnos al dolor y el sufrimiento propio y del otro.
Éstas son algunas de las consecuencias a las que nos enfrentamos:
- Tenemos aspiraciones inalcanzables. La instagramer que exhibe los viajes y la ropa bonita que tiene y el youtuber que hace vídeos diarios de las cosas emocionantes que hace es raro que plasmen los momentos malos del día y las dificultades que tienen. El problema es que mostrar solo la parte divertida, bonita y emocionante de una vida hace que el espectador se compare con vidas que no son reales, distorsione la realidad y se esfuerce en imitar un determinado estilo de vida para alcanzar el éxito y la felicidad.
- Frustración, no consigo que todo me vaya bien con una actitud positiva. Las cuentas con frases inspiradoras y mantras superficiales como “si la vida te da limones…” pueden hacernos pensar que es cuestión de reducir la responsabilidad de que nos vaya bien a nuestra actitud, y esto puede ser una fuente muy grande de frustración.
- Falta de recursos para afrontar una realidad que no me hace feliz. El agente de cambio para estar mejor será un muro de imágenes. Si no estoy satisfecho con mi vida empezaré por cambiar lo que ven los demás de mí en las redes sociales. Si el número de likes sube me sentiré mejor.
- Sentimientos de culpa. La felicidad es un requisito y la dictadura del positivismo nos dice que si no afrontas la adversidad con una sonrisa sólo atraerás cosas negativas y las redes sociales potencian esta forma de demostrar constantemente lo felices que somos.
- Efecto en la autoestima. ¿Valgo por lo que soy, por lo que hago o por lo que los demás vean en mi muro? Las comparaciones, la frustración, la culpa,… Lo nuestro no tiene valor. Si en las redes sociales se valora a las personas por lo que hacen, si no puedo publicar pruebas de que mi vida es excitante y muy activa socialmente es que no valgo lo suficiente.
- No ponemos el foco en lo que necesitamos de verdad. No podemos convencer a nuestra mente de que lo que proyectamos en el muro de Facebook es nuestra realidad, aunque nos dé la impresión de que para los otros es así. La fantasía puede durar un tiempo, pero tarde o temprano nos encontraremos necesitando una vida ficticia en imágenes para tapar heridas reales que no están siendo atendidas de la forma adecuada.
Existen formas de aprovechar ciertos mensajes positivos de forma sanadora, pero no todo vale y la solución no está en huir del sufrimiento. No tenemos un estado ideal, tenemos emociones que fluctúan a medida que recibimos información tanto del interior como del exterior. Bloquear esa fuente de información sobre cómo estamos y lo que necesitamos bajo una falsa apariencia de felicidad y optimismo puede mermar nuestra capacidad para pedir ayuda cuando la necesitemos y crecer.