En este artículo vamos a hablar de una emoción que tiene presencia en la clínica y que en su complejidad encierra emociones subyacentes que una vez identificadas, nos permite abordar el malestar con mayor conocimiento.
A menudo cuando el tratamiento avanza, las personas comienzan a expresar el sentimiento de rabia que les ha generado ciertas experiencias y actitudes de personas significativas en su biografía, sus padres, abuelos, tíos, incluso profesores. Los pacientes expresan este sentimiento teñido de culpabilidad por la naturaleza del mismo, ya que socialmente la rabia no está aceptada. Es muy positivo llegar a expresar esta emoción, pero debemos ir más allá y preguntarnos ¿De dónde viene esa rabia? ¿Qué sentimientos y emociones oculta?
Cuando profundizamos en la emoción vemos que su función es tratar de gestionar un sentimiento mucho más arraigado y en ocasiones difícil de expresar por la fuerte carga psicológica que conlleva. Hablamos de la tristeza, la sensación de incomprensión y desamor. La conexión con estas sensaciones es muy difícil para la persona y por ello se generan actitudes que nos da una estructura, aparentemente más sólida, pero que en el fondo ejercen una función de autoprotección y defensa, lo cual no significa que realmente la persona se sienta realmente estructurada.
En Arteterapia tenemos la oportunidad de actuar esas emociones y dejar salir los sentimientos que nos han constituido en la infancia, para poder rescatar las habilidades y herramientas que como adultos hemos generado y ponerlas al servicio del cuidado de nuestra parte más frágil. Las ventajas de la terapia artística en estos casos son múltiples, facilita una forma de comunicación alternativa para personas que tienes dificultades en expresar los motivos de la rabia (Liebman, 2008), así a través del uso que hacen de los materiales o la lectura que devuelven de su obra podemos conectar con su registro emocional y el fondo real de su malestar. Así mismo, cuando se propone la elaboración de una obra para actuar una emoción, las personas tienen la oportunidad de considerarla en toda su complejidad y comprender mejor el motivo de su malestar de una manera menos directa pero más sutil e integradora. Por último, gracias a las investigaciones neurológicas se ha podido estudiar los efectos del Arteterapia y su capacidad para establecer conexiones entre los dos hemisferios y como consecuencia, facilitar los procesos de aprendizaje de nuevas estrategias adaptativas.
La posibilidad de recuperar el lenguaje plástico, el explorar nuevos materiales y técnicas nos demuestra cómo podemos enfrentarnos a sensaciones bloqueadas desde una posición más cercana y comprensiva. La reconciliación con nuestro adulto reprimido, permite liberar la rabia y dar paso a nuevas emociones conciliadoras y generadoras de bienestar.
Bibliografía
Liebman, M., 2008 “Art Therapy and Anger”. Ed. Jessica Kingsley Publishers, Londres.
Cristina Ramos
Arteterapeuta de Instituto Centta