El Trastorno de Ansiedad Social, o comúnmente conocido como Fobia Social es un fenómeno ampliamente estudiado desde la psicología cognitiva y social, tanto con el objetivo de mejorar el entendimiento del cuadro como su abordaje terapéutico y pronóstico. Sin embargo, la Fobia Social es un constructo que muchas veces se confunde con otros similares como son la timidez o la introversión.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su 5ª edición (DSM-V), la Fobia Social se caracteriza fundamentalmente por la presencia de “Miedo o ansiedad intensa en una o más situaciones sociales en las que el individuo está expuesto al posible examen por parte de otras personas”. Estas situaciones pueden ir desde interacciones sociales con extraños, sentirse observado o actuar delante de un grupo de gente. En estos casos la persona manifiesta un “miedo de actuar de cierta manera o de mostrar síntomas de ansiedad que se valoren negativamente (implicando humillación, rechazo u ofensa a los demás)”. Por ejemplo, alguien que manifieste temblores en las manos cuando se pone nervioso evitaría situaciones en las que se le viera escribiendo. En estos casos la persona, ante la gran mayoría de las interacciones sociales se sentiría ansioso, por lo que procuraría evitarlas o “resistirse a ella con miedo o ansiedad intensa”. Por supuesto, para establecer el diagnóstico se ha de constatar la desproporción entre la respuesta de ansiedad y la situación, la persistencia temporal de los síntomas, el malestar o deterioro generado y que la respuesta fóbica no esté relacionada con otra afección médica o psicopatológica. En este último caso, también habría que valorar si la respuesta fóbica es desproporcionada. Puede suceder en casos en los que la Fobia Social cursa con patologías como Obesidad, alteraciones de la imagen corporal, Parkinson, etc.
Como se apuntaba al inicio, otro de los conceptos que frecuentemente se confunden con la Fobia Social es la Timidez. De hecho, a la hora de establecer un diagnóstico diferencial en un caso de Fobia Social es uno de los aspectos sobre los que hay que reflexionar. La Timidez o reticencia social es un rasgo común de personalidad y no tiene que resultar necesariamente patológico. Incluso en algunas sociedades es tomado de forma positiva. La clave para diferenciar la Timidez de la Fobia Social radica en el grado de impacto que tengan los síntomas en las distintas esferas de la vida de la persona, y si además del grado de malestar se cumplen el resto de criterios diagnósticos de la DSM. En línea de la diferenciación entre conceptos cabría destacar que en EEUU solo el 12% de las personas autoconsideradas como tímidas cumplirían los criterios para el diagnóstico de Fobia Social.
El último de los conceptos usualmente vinculados o confundidos con la Fobia Social o la Timidez es la Extroversión. Pese a existir correlación entre timidez y extroversión, son dos conceptos diferentes. El introvertido, aunque puede retraerse o evitar determinados entornos sociales, esto no está motivado por miedo, a diferencia de las personas tímidas o con Fobia Social. Un introvertido no tiene que ser necesariamente tímido. No presentan síntomas de ansiedad o miedo a exponerse socialmente, sino que en ocasiones se fatigan ante un entorno social excesivamente estimulante o de cierta superficialidad, por lo que a veces buscan algo de soledad. Los introvertidos prefieren interacciones sociales centradas en sentimientos o ideas, por lo que pueden llegar a comportarse de forma reservada y distante en los grupos. En ningún caso significa desdén; simplemente necesitan una razón para interactuar. Una manera sencilla de conceptualizar la diferencia entre una persona tímida y una persona introvertida, es que la primera se siente presa de sus miedos y de una soledad que no elige. Ansía ese contacto social pero tiene dificultades. El introvertido es capaz de elegir no tener ese contacto cuando lo desea y disfrutar de esos momentos de soledad.
A pesar de que se estima que entre el 16% y el 25% de la población es introvertida, socialmente tendemos a premiar más los comportamientos extrovertidos. A los extrovertidos se percibe como confiados, líderes o dinámicos, mientras que a los introvertidos se les relaciona con adjetivos como solitarios, callados o independientes, cargados usualmente de connotaciones más negativas. En ocasiones esta “presión social” hace que se cuestionen aspectos de su propia personalidad que no necesariamente tienen que ser patológicos o producir sufrimiento, llegando a desarrollar cuadros susceptibles de atención psicológica.
Es fácil que personas tímidas, introvertidas o que padezcan fobia social sufran, dentro del clima social de baja tolerancia a estos rasgos, el dolor de la exclusión social. El ostracismo es un fenómeno tan doloroso para el ser humano que incluso activa las mismas regiones cerebrales asociadas a los aspectos emocionales del dolor físico (corteza cingulada anterior dorsal), incluso si las personas que nos excluyen son desconocidas o nos son desagradables. Esto fomenta un autoconcepto aun más negativo y refuerza el miedo al contacto social en el caso de los tímidos y las personas con fobia social. A pesar de que los introvertidos no se ven presos de esa necesidad de contacto social, el dolor es el mismo. La diferencia radica en la manera de gestionarlo, y ahí es donde la psicología cognitiva y la psicología social o grupal se convierten en poderosas herramientas. Tened en cuenta que el 60% de las personas con Fobia Social que no reciben tratamiento puede prolongar los síntomas durante años.
Robin Rica
Unidad de Psicología General