A lo largo de nuestras vidas todos experimentamos pérdidas más o menos significativas que nos producen reacciones a nivel emocional, físico y conductual que nos permiten elaborar lo ocurrido. Estas reacciones dependerán de multitud de factores que tiene que ver con lo perdido, el doliente y el vínculo entre ellos. Es fácil entender lo personal que es un proceso de duelo y, por lo tanto, la mirada individualizada que debe recibir la persona. Entrar en respuestas generales que puedan valer a casi cualquiera es una fuente de frustración muy grande para el que necesita afrontar satisfactoriamente su duelo.
El proceso de duelo se caracteriza por presentar diversas “etapas” que nos hablan de los pasos que va dando la persona para superar la pérdida. Todos las conocemos: shock, negación, rabia, depresión, pacto y aceptación. Pero, ¿qué ocurre si la persona no pasa por un periodo de negación? ¿Qué le pensaríamos si la aceptación llegase antes de la rabia? Observar a un doliente desde esta perspectiva puede provocar un encasillamiento de su duelo y una guía demasiado general de lo que tiene que experimentar para “hacerlo bien”. De nuevo, frustración.
Una forma de acoger un proceso de duelo de forma más amplia y, por lo tanto, más individualizada y respetando el proceso personal de cada uno es hablar de “reacciones”. De esta forma, tendremos la oportunidad de ver lo complejo que es el mundo de posibilidades ante un mismo acontecimiento.
Dividimos la experiencia de duelo en 3 grupos de reacciones en las que pueden entrar la compleja diversidad de síntomas que pueden presentarse en cada experiencia:
- Shock emocional: en este primer bloque del proceso de duelo nos encontramos con sentimientos de incredulidad, aturdimiento, incertidumbre, negación, miedo, inhibición… Un primer momento de difícil aceptación de la realidad.
- Dolor: tristeza, llanto, crisis de angustia, enfado, agitación, irritabilidad, hiperactividad… Un desafío emocional en el que enfrentarnos a todo lo que significa la pérdida. Es en su gran mayoría en este momento en el que expresamos de forma más diferenciada lo que está significando a nivel individual la pérdida.
- Resolución: una vez que hemos afrontado las reacciones que ha supuesto la pérdida a todos los niveles llega la aceptación e incluso la curiosidad por lo que está por llegar, por una nueva etapa en el sentido vital de la palabra. Y el crecimiento. Un duelo es una oportunidad, una vez que todo se derrumba y somos capaces de reorganizar los trozos e incluso introducir algunos nuevos llega la superación. Nos podremos permitir seguir vinculados a lo perdido de otra forma y seguir avanzando.
Parece lógico que los dolientes puedan experimentar una gran variedad de reacciones dependiendo de todos los factores que influyen en un proceso tan complejo y personal. Por lo que, lejos de dar por resuelto un proceso de duelo tras el cumplimiento de una lista de etapas y en un orden establecido, habrá que darles la oportunidad de resolver paso a paso lo que vaya llegando de la forma más respetuosa posible y dando la bienvenida a una resolución real del duelo a nivel personal.
¿Quién no se ha sentido incomprendido y solo durante un momento de sufrimiento? Si nos permitimos afrontar las reacciones de los demás durante el proceso de duelo sin miedo y con aceptación, estaremos sembrando una futura oportunidad de recibir nuestras propias reacciones de la misma forma.