La alimentación del boca a boca de madres a hijos y el comportamiento observado en muchas aves y mamíferos podría dar lugar a pensar que el acto del beso se contempla como un acto de afecto que empieza entre la madre y el neonato. El llamado reflejo de succión es un reflejo arcaico, que se da en los primeros meses de vida, cuando un objeto entra en contacto con los labios del bebé y éste tiende a succionarlo. El psicoanálisis hace uso de este término para explicar el origen de la conducta de besar. Esto es: durante el desarrollo psíquico del individuo en su etapa oral, el niño experimenta placer en la zona de la boca, los labios y la lengua (cuando mama del pecho de la madre) y se piensa que el acto de besar podría ser una reminiscencia de este placer tan primitivo.
Esta mirada desde la antropología, quizás parafraseando a Freud en la “Interpretación de los sueños”, señala que la alimentación constituye una vía privilegiada para reflejar las manifestaciones del pensamiento simbólico y la alimentación misma establece una forma de simbolizar la realidad.
El valor simbólico que las personas le dan a los alimentos merece una atención especial. Estos pueden vincularse con una manera de demostrar afecto, una forma de identificarse con la familia o un ser querido, llenar un vacío, unión con la madre, una demostración de aceptación o de negación, formas de dominar, identidad social y/o religiosa, y muchas otras.
David Nasio (1992) nos plantea que el síntoma tiene dos significaciones importantes. Para el Yo es dolor, sufrimiento, pero para el inconsciente es gozar de una satisfacción y es ese alivio el que se puede pensar como una de las notas características del goce. Desde esta perspectiva se podrían pensar algunos tipos de obesidad como síntoma, la cual estaría denotando un problema o conflicto psíquico que no ha podido ser resuelto y ha manifestado ese mensaje en el cuerpo. Planteamientos como los de Mesa y Moral de la Rubia, entre otros, se refieren a la obesidad desde esta perspectiva, donde “el aumento de la grasa corporal representaría la forma menos angustiante de resolverlo o simplemente de manifestar a nivel consciente ese deseo reprimido”.
¿Existe alguna relación entre sus conflictos, sufrimientos y la disposición a preparar y consumir alimentos “dulces” o de gran densidad calórica?
Hay algo que refiere a la necesidad de la alimentación, pero hay algo que no responde a ello, sino que es psíquico y que nos dice qué clase de alimento comer, cuándo, dónde y cuánto. Para un paciente con obesidad queda bastante claro que sus necesidades metabólicas están más que satisfechas, entonces ¿de qué hambre se trata? ¿Qué deseo insatisfecho no quiere abandonar? ¿Qué recorridos realiza en su búsqueda de la satisfacción?
El beso de buenas noches
En la mayor parte de mis pacientes obesos observo un patrón patológico parecido, uno tras otro me comentan la siguiente situación: justo antes de ir a dormir sienten una necesidad de comer, en la mayoría de los casos dulce, que se reafirman en que no sienten hambre física y que han cenado apropiadamente, pero no pueden conciliar el sueño y sienten gran malestar si no ceden a este impulso de comer. Otros pacientes, incluso, refieren despertarse de madrugada con gran desasosiego y tener que levantarse a comer para volver a conciliar el sueño.
En todos estos casos les explico que ciertamente esa necesidad de alimento cubre una necesidad emocional de seguridad y cariño, viene a sustituir ese ritual que en la infancia cubren nuestras figuras de apego al “acostarnos en la cama”, arroparnos, desearnos dulces sueños y darnos ese beso de buenas noches con el que nos trasmiten seguridad y la sensación de que podemos relajarnos, ya que alguien que nos quiere y protege velará nuestros sueños. En los casos en los que no se ha podido establecer un vínculo de apego seguro o que no se ha podido realizar satisfactoriamente la transición de la hetero regulación emocional a la autorregulación emocional, es decir, no se han integrado recursos para gestionar las diferentes emociones, quedando, así como único recurso la regresión al alimento como fuente de calma original.
La psicoterapia en estos casos está dirigida al reconocimiento y toma de conciencia de estos mecanismos. Conectar al paciente con sus necesidades emocionales y la sustitución del alimento por un recurso alternativo de gestión emocional, establecer un “ritual de buenas noches” adulto que les trasmita esa calma y cariño sin la necesidad de comer, que en los casos de obesidad refuerza una relación de dependencia emocional con la comida.