La dislexia es un trastorno neurobiológico de origen genético, aceptada universalmente por la Comunidad Científica Internacional. Debe ser valorada desde la psicología infantil debido a la enorme influencia que tiene en la calidad de vida de la persona afectada. La función esencial de la psicología infantil frente a la dislexia es fomentar tanto el bienestar y calidad de vida del niño-a, como de sus familias, reconociendo las limitaciones y aprendiendo a vivir con ella. Según la International Dyslexia Association, la dislexia no es una enfermedad, sino una condición crónica que genera una dificultad específica en el aprendizaje de la lecto-escritura, presentando alteraciones en el proceso lector, como también en la escritura y en la ortografía y, en general con todo lo que tenga que ver con la decodificación de los símbolos que usamos para nuestra comunicación (las letras y los números).
Es la principal alteración de las llamadas «Dificultades Específicas del Aprendizaje» (DEAS), y es considerada la primera causa de fracaso escolar. Los niños que lo presentan sufren, así como las personas que les rodean, como padres, educadores, compañeros, hermanos, etc, lo que nos permite afirmar que un correcto y precoz diagnóstico es prioritario, ya que la falta de conocimiento propio y ajeno, lleva a interpretar erróneamente el problema, y suele atribuirse la causa de los fracasos académicos a una falta de atención, a la ausencia de una práctica adecuada o, incluso a la carencia de capacidades cognitivas.
El papel de la psicología infantil en la intervención de la dislexia es amplio:
– Una de las tareas esenciales del psicólogo es trabajar para disminuir la angustia de las familias, generada por el efecto sobre el aprendizaje y la autoestima.
– Proporcionar la información necesaria tanto a los niños y niñas, como a todo su entorno vital y educativo, ayudándoles a comprender de qué manera aprenden y cómo podrían aprender mejor.
– Los conocimientos de la psicología infantil permiten reconocer en qué etapa del proceso de aprendizaje nos encontramos, cuál es el grado de abstracción que presenta el niño-a, y las herramientas terapéuticas más adecuadas en función a ello.
– También permite considerar otros procesos psicológicos co-protagonistas en el procesamiento de la información como la atención y memoria, esenciales para elaborar la estrategia a seguir.
– Y otra esencial aportación de la psicología infantil en el tratamiento de la dislexia es dar soporte emocional a estos niños y niñas que viven diariamente fracasos, que son objeto de burlas, que son erróneamente etiquetados como vagos, tontos, despistados e incluso, cosas peores.
– Podemos contribuir a que se conozcan y se valoren a sí mismos y sean reconocidos y valorados por los demás, reforzando así su autoestima.
No debemos olvidar que un niño-a es por naturaleza despierto y curioso con su entorno, siempre está abierto a las propuestas lo mejor que puede para complacer y satisfacer su instinto innato de aprender, y para ello necesita y busca aprobación y motivación. Si no es así , hay que valorar que está dificultando esa tendencia natural.
María Bustamante
Unidad de Psicología Infantil