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Cuando tu sexualidad no se contempla por tu diversidad funcional

 

Hablar de sexualidad consiste en hablar de un concepto amplio y rico, que no siempre viene ligado a hablar de sexo. La sexualidad, además de incluir las prácticas sexuales que se realizan, incluye la orientación sexual, la identidad sexual, los valores, las opiniones,… un sinfín de cualidades, experiencias y aptitudes. La sexualidad es el modo de verse y vivirse como persona sexuada y sexual. Pero, ¿qué ocurre cuando tu manera de verte y vivirte como persona sexual no se hace visible?

Esta es la situación que viven muchas personas con diversidad funcional, término que se acuñó hace ya unos años para nombrar de forma no peyorativa a aquellas personas que tienen alguna dificultad o limitación tanto física como intelectual, evitando así los prejuicios y connotaciones negativas asociadas a algunas terminologías.

Y es que en numerosos programas, documentales, películas, series y conversaciones se habla de la sexualidad y de la manera de vivirla, ignorando el tipo de sexualidad que vive la gente con diversidad funcional. Se tiende a poner de modelo a una pareja joven y bien vista para tomar como norma o referencia, pero la realidad contempla mucho más que la norma. Existen sexualidades diversas, tantas como individuos en el mundo, pero sólo se contemplan las de unos cuantos. Casi produce (parece ser) incomodidad el pensar en cómo pueden sentirse sexuales, deseadas y deseosas las personas con diversidad funcional, por lo que se ignora.

Los derechos sexuales son unos de los derechos humanos que deben garantizarse de manera igualitaria, con libertad, pero ¿qué pasa cuando no se tiene libertad? ¿Cuándo se depende de otra persona? ¿Cuándo no se dispone de intimidad?

En numerosas ocasiones se piensa en los usuarios con diversidad funcional como personas asexuadas, o lo que es peor, como un “niño adulto”. El problema no es la definición, sino las actitudes que produce este pensamiento: se limita o extingue su sexualidad, suprimiendo el espacio para la intimidad.

Se debe aprender a desaprender todo aquello que limita en el crecimiento personal, el crecimiento sexual, rechazar “los universales” para volver a aprender de forma libre e independiente. La sexualidad está en continuo cambio, es plástica, adaptativa, construyéndose a través de las circunstancias y experiencias, por lo que se adapta a las necesidades de cada momento e individuo.

Todas las personas aman, desean, y sienten, sin necesidad de pensar en un cuerpo apto para ello. Cualquier cuerpo es apto para la sexualidad (por ser una característica innata al ser humano), para vivirla de la manera que uno quiera y se permita. Para ello, necesitamos un cambio de mentalidad, en el que se contemplen todas aquellas herramientas, recursos y habilidades para proporcionar a cualquier persona sus derechos más fundamentales.

Es indispensable un cambio de mirada: ver y percibir la sexualidad y la sensualidad que cada individuo puede ofrecer, así como formas alternativas de disfrutar solo o en compañía. Conseguir erotizar aquellos recursos o herramientas que están al alcance, independientemente de que se necesiten de ellos de forma puntual o permanente (sillas de ruedas, bastones, grúas,…). Hacen falta otras miradas sexuales, otras miradas que eroticen.

Existen multitud de campañas sobre educación sexual para los más jóvenes, para que aprendan a vivir su sexualidad de manera sana y responsable. Sin embargo, no hay muchos recursos para aquellos con diversidad funcional, tanto psíquica como física. Se fomenta la “autonomía controlada”, donde consiguen moverse con cierta libertad, responsabilizarse de parte de su vida, accesos, etc. Pero hay una falta parcial o total de intimidad, de asistencia sexual en el caso de no tener la autonomía suficiente para desarrollar esta parte tan importante del ser humano, de naturalidad y aceptación. Es necesario, como mínimo, tener cierta base de placer e individualidad para conseguir crecer sexualmente: acceder a herramientas, a maneras de protegerse, contextos saludables, estrategias y alternativas para vivir la sexualidad de forma plena.

Si no se vela por este (y otros) derechos, no se conseguirá vivir una vida plena e igualitaria en todos los niveles del ser humano (que son muchos) y se seguirá cayendo en la discriminación al no hacer visibles las necesidades de una parte importante de la sociedad. Existen multitud de realidades, de diversidades, de experiencias y contextos, pero preservando y garantizando siempre los mismos derechos.

 

Silvia Cintrano, Psicóloga especialista en Sexología y Terapia de Pareja.
Directora de la Unidad de Pareja.
@SilviaCintrano


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