La comorbilidad en los trastornos del comportamiento alimentario se ha convertido más en la norma que en la excepción. La convivencia con un problema de consumo en el seno de una familia produce unos altísimos niveles de tensión. Similarmente, la presencia de un trastorno alimentario, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, etc. también genera un intenso sufrimiento, tanto en la persona que lleva consigo la enfermedad como en el resto de la familia. Por tanto, en las situaciones en las que estas dos realidades se solapan y además de, por ejemplo, la Bulimia Nerviosa, tenemos que lidiar con un problema de consumo de drogas de mayor o menor gravedad el abordaje terapéutico se complica y el impacto familiar se agrava considerablemente.
Algunas investigaciones ya han señalado que las personas con trastornos de la conducta alimentaria, o en riesgo de padecerlo, presentan una mayor prevalencia de consumo de sustancias en comparación con personas sin patología, llegando casi al 40%. Además, no sólo existen diferencias en consumo de sustancias entre personas con o sin TCA, sino que también se aprecian dentro de los distintos subtipos de TCA. En este sentido, se ha observado que los perfiles que presentan síntomas compulsivo-purgativos (i.e. Bulimia Nerviosa, Trastorno por Atracón y Anorexia con Atracones/Purgas) presentan un mayor riesgo de abuso de sustancias, así como una mayor presencia de consumo, en comparación con el perfil puramente restrictivo.
¿Por qué es frecuente el abuso de sustancias en la bulimia?
En cuanto al desencadenante del consumo, además de su uso extendido como distractor o evasor de emociones negativas, se une en los TCA el objetivo de reducir o distraer el hambre. En esta línea el alcohol y el tabaco serían las sustancias más consumidas por los pacientes con bulimia o en riesgo de padecerlo, observándose incluso una edad de inicio del consumo menor en comparación con la población sin patología de conducta alimentaria. En cuanto al alcohol y el tabaco, estas sustancias se asocian indistintamente tanto a anorexia como a bulimia nerviosa. Sin embargo, sí existen diferencias entre los distintos perfiles de TCA y el consumo de ciertas sustancias. De este modo en los perfiles bulímicos se observa en mayor medida un consumo de anfetaminas, mientras que el consumo de alucinógenos se asocia con mas frecuencia al ayuno. En cuanto al cannabis y a la cocaína los estudios aportan resultados contradictorios, encontrando investigaciones que lo relacionan en mayor medida con bulimia y anorexia nerviosa respectivamente, y otros en los que al igual que con la heroína, no encuentran diferencias entre los distintos TCA en cuanto al consumo de estas sustancias.
Otro de los aspectos a plantear mas allá del tipo de sustancia es la relación entre ambas patologías, o la influencia de una sobre la otra. En esta línea hay autores que plantean que en los casos de Anorexia Nerviosa el problema de consumo como supresor del apetito puede preceder al desarrollo del TCA, mientras que en la Bulimia Nerviosa sería ésta la que se manifestaría antes que el trastorno de consumo de sustancias como parte del perfil de multiimpulsividad o como medida compensatoria de los episodios de sobreingesta.
¿Cómo es el tratamiento psicológico que debe recibir una persona con bulimia y abuso de sustancias?
A la hora de el abordaje terapéutico en estos casos de comorbilidad es necesario plantear cuál va a ser la estrategia terapéutica. En algunos casos lo urgente será restablecer el peso del paciente, mientras que en otros habrá que priorizar la deshabituación del consumo y abordar los síntomas alimentarios posteriormente. En algunos casos se podrán diseñar estrategias específicas que permitan abordar ambos síntomas de forma paralela, siempre y cuando se cuente con un equipo terapéutico amplio y coordinado que facilite un abordaje intensivo y específico.
Tanto los TCA como la patología derivada del consumo de sustancias (problemas de conducta, emocionales, síntomas psicóticos, etc.) son un problema social de altísimo impacto en el que una vez mas la prevención es clave. Debemos plantearnos, todos los agentes implicados (familias, instituciones, profesionales…), qué podemos hacer para que nuestros jóvenes no necesiten de un trastorno de la conducta alimentaria como la bulimia o la anorexia, o de una sustancia para relacionarse consigo mismos y con el mundo que les rodea.