“Me voy a morir”, “me está dando un infarto”, “me estoy volviendo loco”. Esos pensamientos son los que nos sucumben cuando tenemos ataques de pánico, y es esa sensación de muerte la que hace que entremos realmente en pánico.
1. Es importante acudir al médico.
Aunque finalmente sean ataques de pánico, y no esté debido a ninguna a una enfermedad física, debemos descartar esta opción en primer lugar, pues si no lo descartamos no sabemos si hablamos o no de ataques de pánico.
2. Infórmate: ¿Qué es un ataque de pánico?
Los ataques de pánico se caracterizan por una serie de sensaciones fisiológicas a las que no encontramos una explicación clara, no sabemos por qué en un momento determinado estamos sintiendo una fuerte taquicardia y un dolor en el pecho, así que atribuimos que nos puede estar dando un infarto, porque son las sensaciones que tenemos asociadas a este tipo de hechos. Palpitaciones, taquicardias, sudores fríos, temblores, sensación de ahogo, dolor en el pecho, nauseas, vértigos, sensación de desvanecimiento, hormigueo, visión borrosa, sensación de frío o de calor. Son algunas de las sensaciones fisiológicas que se dan en las personas al sufrir un ataque de pánico, aunque en cada persona se manifiesta de forma diferente.
3. No te puedes morir de un ataque de pánico.
Es muy importante que tengas esto en cuenta. Un ataque de pánico no te va a matar, aunque por las sensaciones fisiológicas que experimentas parezca que te está dando un infarto (cardiovascular, cerebral), que te vas a desmayar, que te estás ahogando o que te estás volviendo loco. Los ataques de pánico suelen producirse en lugares o situaciones en las que ya se ha dado un ataque previo, esto es así porque asociamos esto con los ataques de pánico previos y prestamos más atención a nuestro cuerpo, de modo que detectamos cualquier cambio en nuestro interior, por pequeño que sea, y lo interpretamos de forma catastrofista (p.e. un incremento de la tasa cardiaca, o una sensación repentina de dificultad respiratoria). Cuando focalizamos nuestra atención en alguna de estas situaciones, nos ponemos nerviosos y comenzamos a hiperventilar, esto provoca una entrada excesiva de oxígeno, que cambia el pH de la sangre, y produce una vasoconstricción cerebral, provocando esa sensación de mareo e irrealidad. Además, para volver a la situación previa, el organismo disminuye el ritmo de la respiración, lo que provoca esa sensación de ahogo, y hace a su vez que tengamos una mayor hiperventilación, produciéndose una sensación paradójica. Además, al hiperventilar los músculos intercostales se mueven muy deprisa y provocan esa sensación de dolor en el pecho.
4. Hazle frente, conoce sus límites.
Es muy importante cuando conocemos al enemigo, hacerle frente. Una vez que sepamos por qué se producen estas sensaciones, y que no es porque nos vayamos a morir o estemos locos, tenemos que hacerles frente, llevar al límite, y ver, por nosotros mismos, que no nos van a matar. Es importante no intentar evitar un ataque de pánico, aunque nos pueda parecer lo más lógico ahora. Cada vez que creemos haber “parado” un ataque de pánico o haberlo “controlado”, sólo estamos engañándonos a nosotros mismos, y creando una dependencia de determinadas conductas que aparentemente nos ayudan. Es importante proponerse hacer frente a un ataque de pánico. Si al primero no te sientes capaz es normal, no te preocupes, date un margen, aunque relativamente corto, pero recuerda que no te va a pasar nada por tener un ataque de pánico, y que lo mejor es hacerle frente.
5. Acude a un psicólogo.
Sin embargo, los ataques de pánico se pueden estar manteniendo por causas muy diversas, y es normal que en ocasiones esto no sea suficiente para lograr su desaparición. Por ello el mejor consejo que te podemos dar es que acudas a un psicólogo. Es muy normal que la gente acuda a un psicólogo para tratar los ataques de pánico y es la solución que te asegura una mejora a largo plazo. Lo que si te desaconsejamos es que comiences a tomar ansiolíticos sin consultar previamente con un especialista, que es la propuesta de tratamiento que pautaría el médico de cabecera. Los ansiolíticos favorecerían esa falsa sensación de “controlar” el ataque de pánico y sólo agravarían el problema, ya que crean una dependencia y no te ayudan a que desaparezca el ataque de pánico, sino a contenerlo.
Jessica Moraleda
Alumna en prácticas en Instituto Centta