Muchas causas tienen una fecha al año que conmemora la lucha de esas personas y sus familias contra la enfermedad. Enfermedades de gran visibilidad como el SIDA (1 de Diciembre) o el Cáncer (4 de Febrero) tienen su fecha en el calendario, así como otras menos visibles como las Enfermedades Raras (28 de Febrero). Dentro de estas últimas, desde hace unos años la lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria también cuenta, por fortuna, con una día al año para hacer visibles unas enfermedades que siguen siendo silenciosas y en muchos casos, profundamente incomprendidas.
A pesar de los esfuerzos tanto de colectivos de afectados y familias como de profesionales, la enfermedad mental se sigue mirando hoy en día con cierto prejuicio. Sobre todo en el plano más alejado de la Psiquiatría. La Esquizofrenia, o los Trastornos Bipolares están conceptualizados desde un prisma cercano al de la enfermedad física, es decir, una patología que la persona no elige y que necesita un tratamiento adecuado y constante para controlar los síntomas. Sin embargo, a la Ansiedad o a la Depresión, patologías que pueden llegar a ser profundamente incapacitantes para la persona que las sufre, llevan implícita en cierto sentido la idea de que la persona podría hacer (por sí sola) mucho mas de lo que esta haciendo para mejorar. Esto implica simplificar enormemente una situación compleja y llena de sufrimiento, lo que deja a la persona afectada en una situación de más indefensión y más bloqueo. Cuando la “solución” a un estado de ánimo depresivo es “¡anímate!”, y a un cuadro de ansiedad “relájate” y alguien no lo consigue siendo una pauta tan simple, solo se consigue que se sienta menos entendido y más aislado. Por supuesto, con los mismos síntomas.
Además de las dificultades inherentes a la conceptualización sobre las enfermedades mentales, los Trastornos de la Conducta Alimentaria se enfrentan a sus propios prejuicios. Alguien con Depresión o Ansiedad sufre y le gustaría mejorar mientras que una persona con Anorexia o Bulimia parece que obtiene un beneficio claro de la enfermedad: el control sobre el peso. De esta forma y aunque el abordaje es más complejo, se simplifica igual: “come”. Por supuesto cuando la persona no tiene conciencia del problema la respuesta será defensiva, pero incluso habiendo conciencia de enfermedad, simplificar una patología tan compleja al hecho de comer produce una enorme incomprensión, y con ello más aislamiento (social y familiar). Aunque el restablecimiento de la pauta alimentaria es un aspecto capital en la recuperación de estos trastornos, no es sostenible si no conseguimos entender la función que la enfermedad cumple en la vida de esa persona. Sin esto, incluso en el mejor de los casos, conseguiremos una mejora física pero no una recuperación completa.
Para finalizar, y puesto que estamos en esta fecha tan especial, conviene plantear ciertos mensajes, de forma clara y concisa:
- Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades mentales que afectan a una persona y producen determinados comportamientos.
- Esos comportamientos forman parte de la enfermedad, no de la persona que lo sufre. La persona no es la enfermedad.
- No hay un culpable. Ni los medios, ni la moda, ni la familia, etc. Es una patología compleja y multifactorial. Conviene abordar cada caso y ver en cada situación la función del síntoma.
- Son patologías GRAVES que NECESITAN tratamiento. Pensar que es un capricho, una llamada de atención o una “tontería de la edad” es una negligencia que puede dejar a la persona a la deriva y cronificar la situación.
- No se curan solos. La remisión espontánea es anecdótica.
- El apoyo familiar es fundamental a la hora del abordaje terapéutico.
Hemos comentado que alguien que sufre una enfermedad física no lo elige. Es algo externo que te sobreviene y ante lo cual pones los medios a tu alcance para mejorar o para curarte. Sin embargo, en la enfermedad mental se mantiene esa creencia de “elección”. Una enfermedad mental no se elige. También le sobreviene a la persona y también puede (y debe) poner los medios a su alcance para mejorar.
Si uno busca terminará encontrando casos de enfermedades terminales que remiten espontáneamente o que obtienen supuestas mejorías con cambios sencillos. Sin embargo, es difícil pensar que si a un ser querido le diagnostican una patología física grave el planteamiento sea resistente a ponerse en manos de profesionales específicos. Es complicado pensar en una enfermedad física y decir “ya se le pasará”. Y esto sucede en enfermedad mental, y particularmente en patología de conducta alimentaria.
Este día invita a la reflexión sobre la visibilidad, conceptualización y abordaje de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, y es importante darles la entidad que tienen por su complejidad, gravedad y por el inmenso sufrimiento que producen a quienes conviven con la enfermedad y sus familias. Caer en la trampa de la simplificación y la remisión espontánea es profundamente negligente. No podemos olvidar que estas enfermedades son capaces de arrastrar a la persona que la sufre al mayor de los calvarios, y a la muerte. Sigamos luchando.
Robin Rica
Unidad de TCA