Cuando hablamos o leemos sobre trastornos alimentarios generalmente nos referimos a los cuadros más emblemáticos, a saber, la anorexia y la bulimia nerviosa. También podemos haber oído o leído algo sobre el recientemente incluido en las clasificaciones diagnósticas trastorno de atracones. Sin embargo, en lo relativo a los desórdenes alimentarios hay otros cuadros que, aunque puedan darse en porcentajes menores de la población están ahí, provocan problemas de salud y sufrimiento y por tanto, requieren un tratamiento. Estos cuadros son la pica, el trastorno de rumiación y el trastorno de evitación/restricción de la ingestión de alimentos, y están recogidos en la última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V; APA, 2013).
Las personas con pica ingieren persistentemente sustancias no nutritivas y no alimentarias de forma que esta conducta resulta inapropiada para su nivel de desarrollo y su entorno sociocultural. Por ejemplo, no es lo mismo que un niño de 1 año coma tierra, papel o pasta de dientes a que este tipo de conductas se sigan observando conforme el niño va creciendo o aparezcan en la edad adulta. Para establecer el diagnóstico estas conductas deben producirse al menos durante un mes.
En el trastorno de rumiación (TR) lo que sucede es que la persona regurgita repetidamente los alimentos que ingiere para después volver a masticarlos, tragarlos o escupirlos. Esta conducta también debe producirse durante al menos un mes de forma continuada y no está relacionada con un deseo expreso de perder peso o de controlar la dieta.
Por último, el trastorno de evitación/restricción de la ingestión de los alimentos (TERIA). En estos casos se aprecia un aparente desinterés por comer o alimentarse (habiendo alimento disponible) así como una evitación activa de los alimentos debido a determinadas características organolépticas o a una alta preocupación sobre las consecuencias repulsivas del acto de comer. Estas conductas de evitación implican una importante pérdida de peso (o fracaso en el crecimiento en casos infantiles) y deficiencias nutritivas significativas que pueden derivar en una dependencia de alimentación enteral o de suplementación nutricional oral. Asimismo supone un importante impacto en el funcionamiento psicosocial de la persona.
La pica, el TR o el TERIA suelen darse con mayor frecuencia en población infantil o en el contexto de algún otro trastorno mental como los trastornos del desarrollo intelectual, algunos trastornos neurológicos o trastornos del espectro autista. En este sentido la conciencia de problema que podemos esperar por parte de la persona afectada es limitada y el riesgo para la salud es alto, tanto por la posible pérdida de peso como por las posibles complicaciones esofágicas o estomacales. Por ello, el papel de la familia en la detección y en la búsqueda de tratamiento psicológico es clave, así como su implicación con las pautas que desde el equipo terapéutico les indiquen. En estos casos la ausencia de la familia en el proceso complica enormemente el pronóstico.
Robin Rica
Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria
Artículo publicado originalmente en Saluspot.